Periodista Mamarazzi

Mamá en la playa

Cuando nacen los hijos, parece que la “M” de mujer se desvanece detrás de la imponente “M” de mamá. Antes de sostener a una personita demandante en nuestros brazos, teníamos sueños, pasiones y una individualidad que nos permitía construir y mantener ese espacio personal con una esencia propia. Pero una vez que llega ese bebé, el desafío de conciliar la identidad de mujer y mamá en la sociedad contemporánea es una realidad que nos sacude.

La «M» de mujer se vuelve minúscula en comparación con la mayúscula constante de Mamá. Nuestros días se llenan de cuidado y atención hacia los hijos, dejando poco espacio para nuestras propias necesidades, incluso las más básicas. Nos sumergimos en un mundo de pañales, biberones y noches sin dormir, y a veces parece que hemos perdido una parte de nosotras mismas en el proceso.

Pero aquí está la verdad: la «M» de mujer sigue ahí, latente y lista para ser redescubierta en una nueva piel más resistente. A medida que navegamos por las aguas turbulentas de la maternidad, encontramos momentos de claridad en los que podemos reconectar con nuestra identidad. Ya sea tomando un tiempo para nosotras, persiguiendo nuestras pasiones o simplemente recordando quiénes éramos antes de tener hijos, es importante mantener viva esa parte de lo que somos y de lo que aspiramos a ser.

Porque ser una buena madre no significa perder nuestra individualidad. Todo lo contrario. Al nutrir nuestra identidad como mujeres, nos convertimos en modelos a seguir más completas para nuestros hijos. Encontrar un equilibrio entre ser mamá y ser mujer es un desafío, pero también es una oportunidad para crecer, aprender y redescubrir lo que realmente nos hace felices, mientras abrazamos cada una de nuestras versiones.

¿Conciliación o no?: los matices de una “maternidad real” …

En muchas ocasiones, intentamos conciliar las responsabilidades como madres con nuestras propias necesidades y deseos como mujeres. Entonces, nos enfrentamos a una presión implacable para cumplir con las expectativas de la sociedad sobre lo que significa ser una «buena madre», a menudo a expensas de nuestra propia felicidad y bienestar.

Pero aquí está la verdad: ser madre no nos define por completo. Detrás de cada pañal cambiado y cada beso de buenas noches, hay una mujer completa con pasiones, intereses y sueños que merecen ser nutridos y valorados.

Es importante que la sociedad reconozca y celebre la dualidad de nuestra identidad como mujeres y madres. Necesitamos espacios donde podamos ser vistas y valoradas como individuos, más allá de nuestro papel de cuidadoras y educadoras.

En los últimos tiempos, se utiliza mucho el término “maternidad real”. Pero ¿qué significa eso realmente? ¿Existe solo un tipo de maternidad “cierta, auténtica, genuina”? Se trata de reconocer que cada madre tiene su propio viaje único, con sus propias alegrías, luchas y triunfos.

En la maternidad no hay reglas estrictas ni estándares inalcanzables. Se trata de hacer lo mejor que podemos con los recursos y las circunstancias que tenemos, y de encontrar nuestro propio camino en medio del caos y la incertidumbre que a menudo acompañan a la crianza de los hijos.

Todas las madres, independientemente de su situación, origen o elecciones personales, merecen respeto, apoyo y comprensión. Se trata de construir una tribu de mujeres solidarias que se apoyen mutuamente en los buenos y en los malos momentos, y que celebren juntas los pequeños y grandes logros de cada una.

Porque cuando nos permitimos florecer como mujeres, no solo enriquecemos nuestras propias vidas, sino también las vidas de nuestros hijos. Les enseñamos el valor de la autenticidad, la pasión y la búsqueda de un camino auténtico en la vida.

Así que, la próxima vez que te sientas abrumada por las demandas de la maternidad, recuerda esto: eres más que una mamá. Eres una mujer fuerte, valiente y hermosa, con un mundo de posibilidades esperando ser exploradas. Así que abraza esa «M» de mujer y deja que brille con todo su esplendor.

Porque al final del día, ser una mujer feliz y realizada es el mejor regalo que puedes darle a tus hijos. Y eso, querida mamá, es algo que mereces, también con una M mayúscula.

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