La comida es el alma de la fiesta. Los biberones y chupetes se convierten en los vasos de cócteles mágicos que proporcionan la energía necesaria para continuar con el baile. Los bostezos y los estiramientos se entrelazan con los movimientos de baile, creando coreografías inverosímiles y, a veces, bastante cómicas.

Para una mamá zombie, la verdadera estrella de la fiesta nocturna es el café. La cafetera se convierte en el DJ, bombeando la cafeína necesaria para mantenerla despierta y enérgica. Una taza tras otra, la adrenalina se dispara y el cansancio parece desvanecerse en el aire.

Los pequeños ríen, brincan y se divierten como si dormir estuviera sobrevalorado, mientras mamá y papá miran cansados el escenario construido para el festejo. Caminar a tu bebé por todo el cuarto, mientras lo meces al ritmo de los gritos sinfónicos es también parte de la coreografía. Te asomas por la ventana y ves que todos duermen, mientras tú continúas de fiesta. Y luego te quejas, con las madrugadas tan divertidas que estás pasando desde que tienes hijos. Ni siquiera se comparan a esas salidas nocturnas de antes, cuando regresabas a casa al amanecer y no necesitabas dormir tanto.

A medida que la noche avanza, casi cuando se asoma el Sol, la fiesta secretamente llega a su fin. Los pequeños, exhaustos de tanto moverse y bailar, finalmente caen en los brazos de Morfeo y se adueñan de la cama de sus padres, como si nada hubiera sucedido.

En ese momento, ya mamá y papá tienen que despertarse para enfrentar otro día más sin dormir, luego de la diversión nocturna que sus angelitos prepararon.

Así que, mamá valiente, recuerda que las noches en vela son solo una etapa fugaz en la aventura de la maternidad. Disfruta de la fiesta secreta y, cuando llegue el amanecer, intenta sonreír con las pocas fuerzas que te quedan, porque te espera una jornada de risas, juegos y nuevas experiencias junto a tus pequeños. Que la fuerza y el café te acompañen en esas fiestas nocturnas… Te abrazo en tu desMadre.